"A Vania, piernas y brazos le ataron
y al lúgubre calabozo lo arrojaron."
y al lúgubre calabozo lo arrojaron."
"Y, a continuación, decía con su voz de timbre bajo: ¡Qué canción tan bonita...!.
Eran los días en los que las últimas frambuesas silvestres empapadas de lluvia, dulces, maduraban en los hoyos. A Mashenka le gustaban mucho estas frambuesas, aunque en realidad siempre estaba chupando algo, una brizna, una hoja, el rabo de una fruta. Llevaba caramelos Landrin en los bolsillos, sueltos, pegados entre sí, cubiertos con polvillo y borra."
Mashenka,
Vladimir Nabokov.
¿Sabes cuando te encuentras con una foto y te suenta tu cara?...
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