6 mar 2013

Te moriste


Como es mi blog, puedo hablar de lo que me de a mí la real gana.
Y esto que voy a contar no tiene nada de artístico, nada de estética, muy poca filosofía y apenas lógica.
Se murió Chávez ¿anoche?.
Para el que no lo sepa, aunque yo creo que lo sabe bastante gente, soy medio venezolana, medio española. Cuando digo esto la gente rápidamente piensa que soy hija de emigrantes canarios o gallegos. No no, soy hija de un lado completamente venezolano y de un lado completamente andaluz. Primera sangre sucia de la familia. Y con orgullo, la verdad.
El tema es que mi madre, como buena inmigrante aquí en España, y al tener solo una hija yo creo que se propuso mantener alta la bandera y la buena mujer se empeñó desde que tengo memoria que sea como ella dice: mitad y mitad.
Discos de 4.40, Celia Cruz y los Billo's en casa a todo trapo, baile, nanas, arepas, perico, queso, telenovelas, tequeños en los cumpleaños. Cuando la gente apenas sí celebraba, mis fiestas eran como las de cualquier niña venezolana, porque había piñata. Cuando cumplí... (no sé qué años cumplí, pero el tema de la fiesta era Daisy, la novia de Donald) le dije a los niños que invitaba que habría tarta, y gelatina y tequeños y una piñata. ¿Qué es una piñata?.
Mi madre me regañaba a grito pelado con un "carajita del coño" o para mi mayor temor un "Andrea Marta" que hacía que se me estremeciera hasta el último pelo mezclado.
Con el tiempo íbamos y veníamos a Venezuela, llamadas cortitas que eran muy caras "mi amor me despedido que esto les va a salir carísimo, Dios me la bendiga". Los paquetes llegaban y salían, aunque era difícil porque cuando yo era pequeña apenas sí veías venezolanos aquí y a los que conocías te aferrabas, porque aprovechabas sus viajes para enviar cosas a la familia. Fotos, regalos, cartas...
Luego llegó internet, las tarjetas prepago de llamadas, los móviles...
Para mí Venezuela era el sitio donde todo llegaba antes: películas, canciones, juguetes...había más sabores de helados, y las cosas eran más bonitas.
Y luego empezaron los cambios, disparos, muertos, y una palabra nueva que se oía en todos lados: malandros.
Mi familia, que no es que fueran adinerados precisamente empezaba a explicarme cosas, y veía a mi abuelo, un hombre muy robusto, barrigón y muy tierno, y que se había matado a trabajar toda su vida, que refunfuñaba en la silla del balcón.
Durante todo el tiempo que no pudimos ir a Caracas pasaron mil cosas, y ya estando en la Universidad volví para ver lo peor. "No te pongas eso, no hables en el metro, no ese carrito por puesto no se puede agarrar, date prisa que oscurece, no eso ya no se consigue aquí...".
Vi a mi madre casi llorar en un supermercado porque la imagen era tercermundista, y cada vez oí hablar más de miseria, pero no del pobre, si no del miserable.
Mi madre desde España empezó a implicarse mucho en todo el tema, cosa que a mi me revienta, pero si lo pienso supongo que entiendo que cuando estás solo tan lejos, y ves que tu tierra se desmorona, algo tienes que hacer para sentir que puede quedar un poco de ella. Yo por mi parte en Madrid fui a cuanta manifestación hubo, y tuve la oportunidad de encontrarme con Chávez de frente en la Complutense cuando apenas llevaba unas semanas viviendo en la capital. Alguien me dijo en el desayuno que Chávez iba a hablar en la complutense. ¿De qué? ¿De revolución?.
Me cogí un bus y me fui a Somosaguas lugar inhóspito donde los haya para encontrarme con un montón de estudiantes con la palestina gritando "...la espada de Bolívar por América Latina". Tiene gracia eso, contando con que Bolívar era un Oligarca, pero vale. Y me vino algo muy fuerte, superior a mí, me temblaron las piernas y empecé a gritar "mentiroso! corrupto! manipulador! asesino! traidor!". Casi me come la masa como al personaje de el Perfume. Casi me traga. Seguí gritando desde el hueco de la escalera "corrupto! mentiroso!" y alguien tiró de mí para atrás con una bandera con ocho estrellas. La furia es una cosa que no responde a la lógica. "Suéltame! - Respeta a mi comandante! - De dónde eres estúpido? - De Madrid, y qué? - Pues entonces cállate, ve para allá y mámatelo tú!".
Al terminar me senté en un escalón, no cabía la gente en la sala, afortunadamente para mí, porque a saber cómo habríamos acabado.
Se me acercaron un grupo de gente que me invitó a desayunar. Eran estudiantes venezolanos, muy indignados y dolidos que me contaron muchas cosas que hicieron que se me pasara el hambre. Uno me acompañó de vuelta a Madrid y me dijo que fuera con cuidado dándome un periódico gratuito en el que un artículo contaba que a un chico que había hecho lo mismo que yo el día anterior en Atocha le había reventado la nariz. Ok, comprendido.
Seguí yendo a charlas, conferencias y debates. No sé para qué, para cabrearme y salir de allí con los 4 venezolanos y cubanos de turno diciendo lo mismo "qué cómodo es hablar desde aquí".
He acompañado a mi madre en algunos de los referéndums, cargando café a la cola, y en Barcelona me aburrí de ver nuevo rico Venezolano, maleducado, irrespetuoso y profundamente necio, paseándose como si el mundo fuera suyo, como si su camisa roja mandara sobre todo lo demás. Porque ahora, al lado de su comandante "tiene plata".
Cada vez hay más y más venezolanos aquí, que vienen a estudiar o a trabajar, cargando con su familia al hombro y que tienen una historia a cuál peor, que te la cuentan con normalidad, porque como decía una amiga "hasta al fango se acostumbra uno".
Durante los últimos años he visto a uno de mis países irse a pique, a pique moral, humano, racional. A pique de ánimos, de seguridad, de lo que fue. Nadie echa de menos a Carlos Andrés, pero desde luego yo no le voy a echar de menos a él tampoco.
Me he pasado mucho tiempo, mucho antes de que se supiera que tenía cáncer diciendo, "es la única persona a la que le deseo la muerte". Se la deseé porque se la merecía, porque no dejó más opción que esa para que se terminara su periodo, porque su mentira, su ambición y su manipulación no tenía fin, y mucho me temo que no tiene fin ni después de que él dejara de respirar. Porque sin ningún ánimo de respeto puedo decir que la masa es muy estúpida, muy crédula y muy ciega.
Ahora solo me queda cruzar los dedos, y rezar lo que no me creo para esperar que pueda la cordura.
Lo que Chávez olvidó en el camino, o nunca supo, es que esta no era su historia, era la Historia del bravo pueblo.
Así que hoy, que te moriste, esta no es tu historia. Es la mía.




3 comentarios:

Manoly96 dijo...

Te quiero mi niña linda, eres una bendición para todos los que hemos tenido la suerte de conocerte.
como yo que te conocí en una manifestación contra el cierre de RCTV abrazada atu madre cantando el himno nacional de Venezuela con acento andaluz.

Gracias por contar tu historia.

Anónimo dijo...

Tengo 21 años. El 4 de febrero de 1992 tenía 1 año y mi primer recuerdo inconsciente de Hugo Chávez; vivía cerca de una base aérea y los bombardeos y el romper del sonido de los aviones de guerra me dejaron un trauma hacia cualquier vehículo aéreo que me atormentó toda la infancia. Así llegó Chávez a mi vida. Recuerdo cuando ganó las elecciones y yo tenía apenas 7 años, mi papá celebró eufórico el fin del bipartidismo. A medida que crecía, me iba haciendo muy crítico a sus maneras autoritarias y a la imposición de herramientas totalitarias como la propaganda y la uniformización. Luego me di cuenta que ya no podía salir a la calle como cuando estaba chiquito que jugábamos hasta las 10 pm y mi mamá me gritaba un "¡Pa' dentro!". A los 11 años ya eran dos las personas que vi asesinar a bala a pocos metros de mí y a los 15 ya no me caben en las manos las veces que corrí por una balacera o me pegaron una pistola en la cabeza para quitarme un dispositivo de MP3. La empresa con la que trabajaba mi papá había sido cerrada por la asfixia que ejerce el Estado sobre la propiedad privada y mi madre fue echada de su trabajo en una institución pública por ser una "pitiyanki" a su manera de decir. A los 16 comencé a conspirar y a hacer activismo contra el régimen en el liceo. En aquel tiempo cerraron RCTV y vino la reforma, me lance a la calle por primera vez y las palizas y el gas mostaza en la cara que llevé por parte de los militares ni te las cuento. Ganamos la reforma en 2007 y sentí que había esperanza. En 2009 me juré hacer lo posible por abandonar este país, Chávez había ganado la enmienda en 2009. En 2012 vi con mis ojos cómo la candidatura de Capriles pegaba entre los sectores humildes y sentí que tal vez debía quedarme a ayudar a reconstruir el país cuando la Democracia volviera, luego supe que era ingenuo al no contar con la maquinaria de un Estado autoritario y personalista. Hoy sólo cuento los días para largarme de aquí. Ya no hay vida, es imposible. Conseguir comida de primera necesidad es una odisea y cualquier artículo que allá en el mundo normal cuesta nada aquí cuesta un ojo de la cara y la probabilidad de terminar con una bala en el seso para arrebatartelo. Conseguir trabajo me resulta imposible porque mis padres están fichados en la lista del apartheid chavista y todos me reconocen como opositor, así que ni poniéndome franela roja y gritando eslogans conseguiría algún trabajo. Venezuela ya no es Venezuela; es un pedazo de Zimbabue trasplantado en América. El odio y la deshumanización de nosotros como minoría hace inminente cualquier atrocidad contra nosotros, porque los chavistas no suelen vernos como personas sino como "majunches apátridas". En fin. Saludos, desde las montañas de los Andes venezolanos. PD. Para despecho de muchos, los eventos de mi infancia transcurrieron en un barrio de una zona oeste de una ciudad grande de Venezuela, donde conviviamos en paz gente de clase media, clase trabajadora y gente muy pobre. No crecí en ninguna urbanización clasemediera de ensueño, no vivía un espejismo. Vivía en la Venezuela de verdad, la de hace 15 años, y que nunca será de nuevo.

Andrea dijo...

Mucho ánimo, toca seguir hasta cuando se pueda.