14 mar 2011

Hacia Tokyo.

Hola a todos.

Escribo esto sabiendo que mi padre ya está en Tokyo, en un hotel con Katsuo y finalmente más tranquilos nosotros aquí.

Esta mañana me desperté con un email de mi padre. Lo leí antes de levantarme de la cama y lo primero que hice fue escribirle a Alicia Rivera, porque aunque no la conozco, tenía que darle las gracias a ella y a su compañera Georgina por lo que habían hecho.

Después de cómo pasamos el Viernes y de la presión de algunos periodistas que comenzaron a escribirme pidiéndome información o videos de mi padre aunque yo aún no podía hablar con él, decidí no leer nada más y no seguir viendo videos en internet sobre lo que pasaba. Afortunadamente no tengo televisión y no ví más que lo que yo misma busqué el Viernes. Ayer compré El País porque era domingo y lo leí en el desayuno, aún así me negué a leer todo lo de las centrales y anoche cuando me fuí a dormir solo esperaba que mi padre no se quedara colgando en ninguna ciudad del norte de Japón.

Al leer el texto de mi padre he buscado el periódico de ayer y he visto la magnitud de la decisión de quedarse o ir a Sendai. Le deseo lo mejor, ya que ella (Georgina) se dirige a Sendai a cubrir la noticia. Es una situación muy crítica pero confío muchísimo en Japón y la capacidad que tienen de regeneración.

Aquí os dejo el texto para quien lo quiera leer.

Un saludo,

Andrea

"Escapo de Sendai hacia el este, camino de Niiigata en un autobús de linea por la Ruta 42.
Recuerdo perfectamente cuando ayer noche Georgina Higueras , la enviada especial de El Pais  me decía con determinación: "A Yamagata no, a Niigata. Yamagata es un embudo, a Niigata, tú a Niigata". Y tú Georgina ¿adonde vas? "Adonde voy a ir, ¡a Sendai. Es que yo soy periodista y voy a la noticia". Comprendí que yo no lo era. Pero no me avergoncé, Admiré su arrojo y no se si hago bien deseando que no haya podido llegar a un imprevisible Sendai. Esta mañana cuando vi salir los únicos cuatro autobuses que partían desde Sendai hacia Niigata casi me vengo abajo. No hay suficiente combustible y no podían salir más autobuses. Hoy no y mañana no se sabe (a estas alturas he entendido que los japoneses no pueden estimar; o saben o no lo saben. Y no lo sabían. Estaba al principio de la cola en lista de espera. Cuando los autobuses iban a partir no pude evitar acercarme al jefe de la operación y preguntarle: ¿no podríamos ir algunos más sentados en el pasillo? Me contestó educadamente: "no es legal". Volví a la cola doblemente triste por haber hecho esa pregunta y por quedarme en Sendai. Porque ya habia decidido irme, escapar. Ayer domingo, ya con conexión a internet y electricidad, Martha y Andrea, mi mujer e hija, así como mis amigos me pedían que volviera, que la situación era muy difícil de controlar. Yo tenía y tengo fe en el poder de este pueblo para salir de esto. Comencé a googlear los periódicos importantes. Y me encontré con las dos centrales nucleares que han fallado. Me entró el pánico, el que no le deseo a ningún defensor de las centrales nucleares en España. Porque ¿que haces ante eso? ¿Como te defiendes? Busqué como defenderse de ello,  y encontré yodo, encerrarte en tu casa, cerrar las ventanas, etc... Cerrar las ventanas ¿a qué? La naturaleza es un toro, una bestia con cara, a veces traicionera, que no da respiro, como ese tsunami asesino que corrió por las costas japonesas el 11 de marzo, pero una contaminación nuclear es un fantasma, que no tiene cara, del que no puedes librarte, que solo te produce pánico. A medida que corría la tarde la información era más alarmante. La Universidad de Tohoku estaba cerrada y están valorando cuando abrirla, luego no podia hacer nada allí. Escaseaba la gasolina luego una salida de emergencia en taxi o coche particular si la cosa iba a peor era imposible. No habia comida en los supermercados y llevaba comiendo dos dias de la ayuda humanitaria bien organizada por las tiendas del barrio. Finalmente, mis colegas me llamaron para decirme que se esperaba, con un 75% de probabilidad, otro terremoto, una réplica que podia ser de hasta 7 de intensidad,  antes del miercoles y que lo mejor era irme, pero que no sabían aun como sacarme. Y entonces, de la mano de Alicia Rivera, de El Pais, apareció Georgina que me dijo exactamente lo que tenia que hacer. Tardé en convencer a mis colegas que era la propuesta de la periodista era la mejor y a las dos de la mañana llegaron dos estudiantes a mi apartamento para acompañarme a las seis de la mañana hacia la estación de autobuses, a una linea especial que habían abierto hacia Niigata y ayudarme a comprar el billete. 
Estaba casi hundido. No estaba hundido del todo porque pensaba que, al fin y al cabo, me esperaba lo mismo que a estos dos estudiantes, excepto que no podia comunicarme ni valorar la situación en cada momento y ni siquiera comprender las ordenes en caso de emergencia. De pronto, a eso de las ocho y cuarto decidieron que otro autobús podia salir. En el autobús en el que ahora atravieso los paisajes helados, -bellisimos- de la atormentada geografia japonesa. No hay signos del terremoto, excepto las colas a veces muy largas en las gasolineras y que la carreteras locales por las que vamos el trafico es muy lento, y tardaremos ocho horas en llegar. Las autopistas por la que debería ir este autobus, estan exclusivamente destinadas al transporte de viveres, gasolina y material para la emergencia. El area de servicio donde hemos hecho la parada técnica estaba colmada de viveres. No se notaba escasez. Estoy seguro que saldrán de esta si el fantasma nuclear no termina por salir de su castillo. 
Su confianza es tanta que, por ejemplo, mi anfitrión, el profesor Tsukamoto me espera en Tokyo porque mantiene la realización de los experimentos en vuelos parabólicos prevista para la próxima semana en Nagoya, a los que yo iba a acompañarles. "Juanma, los estudiantes no pueden usar los laboratorios en Sendai y es mejor tenerlos ocupados, es mejor hacerlo". Dos de esos estudiantes que irán a Nagoya son Yuki Araki y Yamasaki, los dos que me acompañaron de madrugada a la estación. Cuando me subía al autobús, Yuki, que estuvo en mi laboratorio en Granada, me dijo: "tengo un regalo para usted" Y me dio un pañuelo primorosamente atado. Contenía dos bolas de arroz cocido. Le di un beso. Nos vemos en Granada en Mayo. Y escapé. 

Faltan dos horas para llegar a Niigata donde espero poder tomar el tren bala a Tokyo. "

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